Trabajo con el pensamiento
¡Los pensamientos son muy útiles! Son la actividad natural de la mente. Sin embargo, tienden a proliferar en exceso, a fluir y a dominar el carácter. Los pensamientos pueden convertirse así en hábitos mentales fijos que inhiban tu sabiduría y compasión naturales. He clasificado mis pensamientos habituales en tres tipos: los intensos, los habituales y los pasajeros.
Los pensamientos intensos son los que surgen cuando sufris un choque imprevisto, cuando algo doloroso te toma por sorpresa. Los pensamientos surgidos de la conmoción y del dolor suelen ser muy obsesivos y repetitivos. Resulta muy difícil hacerles frente porque son muy poderosos y puedes perderte en ellos. Cuando medites observa lo que ocurre.
Los pensamientos habituales son como un surco o ranura en el que tendemos a caer una y otra vez.
- Soñar despierto: podrías tener tendencia a soñar despierto. La ensoñación se caracteriza por una sensación seductora y adherente. Suele empezar con "si yo hubiera" o "si yo fuera" y después se convierte en una película de la que sos el protagonista, el guionista, el director y el productor. En esta película la vida es maravillosa. Todo se desarrolla de acuerdo a tus planes sin ninguna interferencia externa. Disfrutás retocando el sueño acá y allá. Podés soñar despierto con tu pareja perfecta, con una casa, un hijo o un trabajo. Un exceso de ensoñación siempre es frustrante, porque no es posible meter la realidad multidimensional en un sueño unidimensional. Concentrate en la respiración y volvé a la realidad, al potencial de este momento multifacético
- Repasar el pasado: quizás tiendas a obsesionarte con ciertos sucesos del pasado. Rumiando sobre lo ocurrido, recordás que alguien te dijo o te hizo algo doloroso. Y continuas repitiéndote la historia, con lo que cada vez te sentís peor. Después vas hacia el futuro y preparás tu revancha, jugando con distintos escenarios para conseguir el máximo efecto. El pasado ya fue.
- Fabricar historias a partir de casi nada. Este hábito suele estar causado por el miedo o la inseguridad. Un buen ejemplo es cuando esperamos a alguien que llega tarde. Pasamos de "espero un rato más", a "no me quiere", a "nadie me quiere", a "detesto a todo el mundo". Cuando llega por fin, con una buena escusa para justificar su retraso, es probable que te encuentres muy irritada y a punto de perder la razón. Hace uso de la indagación y preguntate si es cierto que esa persona no te quiere.
- Especular y crear elaboradas construcciones mentales
- Planear: Es muy útil, pero ¿se convirtió en un hábito rutinario? Al planear nos apartamos del presente y damos un salto adelante para impedir que se produzca alguna sorpresa desagradable. Pero la vida es impredecible, y aunque un poco de planificación resulta útil, planificar en exceso es restrictivo.
- Juzgar: El juicio te sitúa aparte de la realidad, un poco por encima. Estás constantemente comentando lo que sucede en vez de participar plenamente en ello. Pero cuando el discernimiento se convierte en el hábito de juzgar, es un peso que ponés sobre vos y tus relaciones. Una mente que juzga es una carga muy pesada.
- Calcular: ¿Estás acostumbrado a contar y medir? Mientras estás sentado meditando podrías estar calculando cuanta plata tenés en el banco, o las cuentas que te quedan para pagar. O podrías dedicarte a contar cuantas veces respiraste desde que naciste.
- Dejar las cosas para más adelante: ¿hiciste de la queja un hábito? Quiza te digas que podrías meditar si el cuarto estuviese más silencioso o que serías un gran meditador si las instrucciones fueran más precisas. Podés causarte mucho sufrimiento con estas frases condicionales. Ahora es el único momento existente, ésta es la única respiración.
Resulta más fácil percibir e indagar en los hábitos mentales durante la meditación si no te situás en ellos directamente. Elegí otro objeto de concentración, como la respiración o la sensación corporal y cuando te distraigas, percibí suavemente el pensamiento y nombralo: "ensoñación", "planificación" o "cálculo". No dediques mucho tiempo a describirlo o explicarlo. Nombralo rápidamente y volvé al objeto de concentración. De este modo, la meditación te va a permitir ver tus hábitos mentales sin alimentarlos y sin que aumente su dominio sobre vos.
El tercer tipo de pensamientos son los pasajeros o ligeros: son cadenas de pensamientos mecanicos en las que empezas pensando en la tía Berta y diez minutos después te descubrís pensando en Nueva York, sin ser capaz de acordarte cómo pasaste de un tema a otro. La mente los produce si se deja deambular a su gusto. No obstante, la meditación requiere cierta disciplina; estás cultivando la concentración y la indagación. El objetivo no es sentarte en silencio y sin conciencia. Estás entrenando tu mente para que esté más alerta, de manera suave pero determinada.
fragmento de Meditar para vivir de Martine Batchelor
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